El campo solar se compone de numerosas filas paralelas con espejos parabólicos. Allí, los rayos del sol se enfocan en un tubo absorbedor llamado receptor, donde la radiación es concentrada. Un fluido de transferencia de calor – en particular, un aceite térmico, - fluye por el interior de este tubo aislado al vacío donde se calienta hasta aproximadamente 400 grados Celsius.
Después, el aceite caliente transfiere energía térmica al agua a su paso por los trenes de intercambiadores de calor y se produce el vapor. Tras esta etapa, el vapor hace funcionar la turbina que se conecta con el generador, equipo que finalmente produce la electricidad.
Por su parte, el almacenamiento térmico permite generar electricidad incluso después de que el sol se haya puesto o en días cubiertos. De esta forma, las pequeñas fluctuaciones en la producción se pueden compensar y así asegurar la generación de electricidad a lo largo de todo el día.